Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos

Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos
Ricardo Carpani, 1991, acrílico sobre papel

30/07/2010

¿Progresista, Sarlo?

¿Impresentables, quiénes, Sarlo?


  Por Roberto Páez González, 28.07.10

Hay a quienes les gusta hablar de Platón o de Zaratustra cuando hablan de política argentina de hoy. Pasa bastante, asique si Beatriz Sarlo -en su artículo “Entre progresistas e impresentables”, de La Nación de hoy- evoca a Carl Schmitt podría parecer otra pompa de erudición destinada a gustar, y nada más. Pero no es así. Por quién fue Carl Schmitt y porque Sarlo lo menciona en relación a la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner y al ex presidente, Néstor Kirchner.

Lo hace después de haberse despachado críticamente respecto de casi todos los principales dirigentes políticos del período siguiente a la dictadura militar, acaso para dar la impresión de que no es mucho más mala con los Kirchner que con los demás.


Plantea la relación de los hombres políticos con el progresismo (aunque incluye a Graciela Fernández Meijide y Elisa Carrió). Bastante rápidamente se convence de que hoy por hoy casi nadie dice Soy un hombre de izquierda. Deja ese “lugar del espectro” a “pequeños partidos de origen trotskista y las organizaciones sociales no peronistas, sectores de la CTA y Proyecto Sur”.

Bien, ¿qué más? Vino Perón -porque parece que siempre vuelve- hizo un batido … ¡es increíble! es mejor citarla (un párrafo completo): “Los historiadores han afirmado muchas veces que Perón refundó de tal modo las identidades políticas que la división clásica entre derecha e izquierda perdió su sentido europeo o el que tiene en Chile y Uruguay. Otros agregan que, mucho antes, la Unión Cívica Radical había provocado esa dilución. El peronismo, muy notablemente, reclutó intelectuales que venían de la izquierda tradicional, del trotskismo y de la derecha nacionalista; los sometió a un batido ideológico manifiesto en los debates de los años sesenta y setenta del siglo XX. Entre las cosas que Kirchner trajo como novedad, figura la de haber reanimado la conciencia de que algo políticamente valioso se juega en la definición de progresista”.


O sea que: primeramente, se desliga un poco, escudándose en “los historiadores”; segundo: Perón –deus ex machina- repartió identidades políticas de “tal modo” que “la división clásica entre derecha e izquierda perdió su sentido europeo o el que tiene en Chile y Uruguay”; tercero: ya la UCR “había provocado esa dilución”. Bueno, leemos el resto del párrafo: el peronismo se permitió reclutar componentes y batirlos ideológicamente durante los años sesenta y setenta; finalmente, parece que Kirchner reanimó la conciencia de que en el progresismo hay algo de políticamente valioso.


¿Y qué? Preguntaría un extraterrestre … podría suponer que el peronismo es o era una fábrica de frutas, o que como dice “batido ideológico”- fue un brainstorming, un seminario, un coloquio …


Es con un propósito descalificador -para entendidos- que hace que se sobreentienda que en Argentina también funcionamos mal ideológicamente y somos ariscos como para no adaptarnos a la sana lógica razonable de derechas e izquierdas de Europa.


Luego se le ocurre decir que entre tanto “hubo cambios en las teorías sobre la política” y ahí emerge su Schmitt bañándonos de luces por añadidura: no importa lo que dice sobre “el decisionismo” o el “definir un conflicto en términos de amigo y enemigo”, sino que Carl Schmitt estuvo allegado al nazismo en sus orígenes y aunque el Tribunal de Núremberg finalmente no lo inculpó, pasó dieciocho meses en prisión; su antisemitismo no fue por cuestiones raciales sino religiosas.


Sarlo agrega que “a Kirchner se le atribuyó esa capacidad decisionista de creación vertical, de arriba hacia abajo, de lo político”. Por más que parezca mentira en Sarlo –destacada intelectual- no hay otro remedio que admitir que en esta nota salta continuamente del palo al frasco.


Empero, para algo es. Nos asegura que “Carl Schmitt fue leído en Europa y en la Argentina no como un pensador de la derecha, sino como brecha para renovar el pensamiento de la izquierda atascada en el parlamentarismo y el reformismo”. ¡Ja! Para peor, añade de inmediato que Chantal Mouffe se sirvió de perspectivas schmittianas y que ella es lectura de cabecera de la Presidenta. Recordemos, de paso, que Chantal Mouffe firmó Hegemonía y Estrategia Socialista con el reconocido Ernesto Laclau, autor también de La razón populista, en la que puso distancia crítica ante la percepción eurocéntrica del populismo como régimen político que degrada los valores de la democracia representativa en América Latina.


Por tanto, Beatriz Sarlo quiere matar dos pájaros de un tiro, pero no se anima aquí a usar el nombre de Laclau.


Viene el turno de Carta Abierta, cuyos intelectuales, según Sarlo, le dieron atractivo a la idea progresista con tres “argumentos”. El latinoamericanismo, el pueblo y la profundización de los cambios.


Hubo un debate cara a cara televisado entre Beatriz Sarlo y Horacio Gonzalez; éste dejó claro que si en la historia argentina hay una suerte de línea republicana liberal, también hay una suerte de línea nacional y popular. Sarlo finge no estar enterada –aunque mencionó lo de Perón, la UCR, y los años sesenta y setenta- como si el enfoque latinoamericanista de Carta Abierta y su crucial distingo entre “pueblo” y “gente” fueran hongos ideológicos que aparecieron después de la última lluvia.


Lo hace adrede, porque después llama “viejos discursos desactivados” a los de la Reforma universitaria, los socialistas Manuel Ugarte y Alfredo Palacios, el antiimperialismo revolucionario … vale decir, como si las novedades de Carta Abierta tuvieran que estar cortadas de una continuidad en los debates y elaboraciones de un pensamiento nacional, de una formación de la conciencia nacional, como sintetiza en su libro de 1960 Juan José Hernández Arregui.


Justamente, si el latinoamericanismo y el sujeto “pueblo” interesan, es porque hoy en Argentina soplan nuevas ganas culturales, por las que cada vez más ciudadanos se identifican con la unión suramericana –con la música y la cultura, los pueblos originarios, la paz, las soberanías nacionales y las mejoras sociales- y también ansían participar en la democracia y sentirse sujetos activos en los cambios, sin ignorar que hubo en nuestro país una disyuntiva histórica pueblo-oligarquía, reflejada también en la pulseada Gobierno-Mesa de enlace. Para Sarlo, Carta Abierta “activa temas como la identidad cultural asentada en una geografía histórica, de los que se creía, en los años noventa, que ya estaban definitivamente enterrados”. Pero ni estamos en los noventa, ni estaban enterrados, aunque Sarlo hace como que no se percata.


En cuanto a la profundización de los cambios, sigilosamente nos toma por tontos y eventuales cómplices a muchos de los que estamos apoyando a este gobierno, dando a entender que nos llevan de la nariz, e insistiendo en esa palabra mágica de estos años, la “caja” presidencial.


Dice que el impulso para “la profundización de los cambios” es una argucia. Por tanto lo suyo es ceguera, al no reconocer, por ejemplo, el tema de la Asignación universal, la Ley de Medios o la lucha en torno al Banco Central de la República Argentina y la opción de utilizar reservas para mejorar el perfil pagador del Estado sin instrumentar una política de ajuste.


Nos quiere hacer creer que como ella no ve cambios que profundizar –los árboles que le tapan el bosque son De Vido, el denostado Moreno, etc.– la iniciativa de profundizar los cambios no es sino una simple argucia.


Entre otros reproches que plantea como interrogantes, pregunta “¿Dejar, por incuria y desdén, que el Riachuelo siga pudriéndose?” Claro que no hay que permitirlo. Pero lo del Riachuelo es larguísima historia y hace más de dos siglos que no está como lo encontró Pedro de Mendoza. Es una prueba fehaciente del aporte del capitalismo al equilibrio ecológico en nuestro país. Un testimonio inigualable de la dejadez estatal para con un área en la que viven en condiciones insalubres e inestéticas cinco millones de personas. Es un tema conflictivo entre los gobiernos de la Nación, la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


¿Por qué pretender que a Carta Abierta o al gobierno nacional no le importa y listo? Es una forma de lanzar mantos de amalgama que no resuelven los problemas. En realidad, a Sarlo, resolver los problemas no es lo que le interesa.


Es más, adjunta su fastidio de admitir algún progresismo en “los actos de Kirchner” llamándolos “una victoria discursiva”. Asegura que el debate sobre quiénes son progresistas y quiénes no “sólo interesa a un sector de las clases medias, urbanas, escolarizadas, con tiempo de ocio y sin las urgencias de la pobreza” pero ese “sólo” es falso y además corresponde a un altísimo porcentaje de nuestra población. Aunque sabe que lo que dice es reprensible, intenta cubrirse miserablemente: “No es una caracterización despectiva. De esas capas medias han salido políticos, académicos, científicos, artistas, todo lo que hace a la densidad de la cultura argentina”.


Admite que hay una “relativa bonanza (impensable en 2001)”. Pero el que crea en lo que dijo antes debiera hallar paradójico que en esto reconozca cambios. Sus expresiones confusas delatan al final sus verdaderas preocupaciones porque asegura que estos cambios “no deciden una elección”


He visto también relevante que al final se aclare que “la autora es ensayista, crítica literaria y docente universitaria”. Pero no aclara si se ubica entre progresistas o impresentables.


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26/07/2010

La cultura, techo y sustento


La cultura, techo y sustento

Por Elena Poniatowska*

En los años 70, conocí a un niño excepcional que venía de Tomatlán, Puebla: Gelasio Castillo. Lleno de curiosidad, de iniciativa, me deslumbró por su inteligencia. Era un cerebro que podía encauzarse con educación, un posible Benito Juárez, un posible Flores Magón, un posible López Velarde, pero su tía lo necesitaba para cuidar las borregas. Unos años después, pregunté por él. Murió”, fue la respuesta. Lo encontraron en una zanja de un campo de manzanas. Pensé en todos los Orozcos, Riveras, Rulfos, Revueltas, asesinados en México por la miseria y la falta de oportunidades. Gelasio, en otro contexto, sería ahora referente de nuestra sociedad.

El techo y el sustento, la educación y la cultura, son las dos mitades de la manzana que no le tocó a Gelasio. En México, a la fecha, 2 millones 300 mil niños se quedan sin escuela. Desde hace un tiempo se habla de los ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan. El Instituto Mexicano de la Juventud dice que son unos 7 millones. Para muchos, la alternativa es ir a engrosar las filas del narcotráfico. ¡Y cuántos Gelasios huérfanos está dejando esta guerra! Tan sólo en Ciudad Juárez, hasta junio de 2010, 10 mil niños perdieron a sus padres. ¡Y cuántos hacen falta para que el gobierno comprenda que no puede dejar sin sustento a familias enteras! ¡Y cuántos migrantes asesinados en ambas fronteras para integrar un continente, nuestro continente, que aspira a la civilización y a dejar atrás la barbarie. A lo largo de los pasados cuatro años pueden contarse 24 mil 832 ejecutados, y la inseguridad es tal que se ha vuelto normal que los padres prevengan a su hijo adolescente: “Si sales hoy en la noche, te van a matar”. El abandono de los jóvenes por parte del gobierno es un crimen que el futuro nos cobrará muy caro.

Nada más ligado a la cultura que los sentimientos comunitarios, el amor que nos tenemos unos a otros, el amor a los niños, a los ancianos, a los animales. Educar es hacer aflorar en la mente y en el corazón lo más digno, valioso y crítico que hay en la persona. La educación es la que forja la realidad política, económica y ética de cada sociedad. La cultura es identidad y es cohesión. La identidad la dan los usos y costumbres, y en nuestro país tenemos un patrimonio extraordinario que nos enaltece y nos singulariza. Fomentarlo es hacernos un lugar sobre la tierra, un sitio privilegiado dentro de la comunidad de las naciones.

La cultura en los países europeos es instrumento de defensa nacional integrada a la vida cotidiana, la influencia más definitiva en su desarrollo humano. En América Latina, México lo tiene todo para identificarse con la palabra cultura, porque nuestro pasado indígena asombra al mundo entero y nuestra cultura independiente puede exportar bienes culturales a todos los países. Nuestra resistencia está en las personas que crean, los hombres y las mujeres de ciencia, las artesanas y los alfareros mexicanos que de la nada hacen surgir una olla de barro negro oaxaqueño, un tejido chiapaneco, un bordado huichol, una tortuga de Toledo.

La cultura lleva necesariamente a la democracia porque la creatividad hace al hombre libre y, sobre todo, más crítico. El disfrute de la cultura en todas sus manifestaciones también es instrumento no sólo de respeto por uno mismo, sino de liberación. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otras instituciones públicas de educación superior han formado a profesionistas que nos honran. Con sus aportes, construyen el tejido social de México y fomentan la integración de los 105 millones de mexicanos que somos.
La creatividad de los mexicanos es materia prima para el engrandecimiento de nuestro país. La marcha silenciosa y el mitin del desafuero del 24 de abril de 2005 del político que ha demostrado tener más base social en México, Andrés Manuel López Obrador, fue una muestra de creatividad sin precedente, y surgió de uno de los barrios más pobres donde las escuelas de artes y y oficios, como el Faro de Oriente, han dado resultados óptimos.

Imposible hablar de democracia mientras no se incluya a los mexicanos más pobres. Imposible hablar de identidad mientras se excluya a los 10 millones de indígenas. Imposible seguir adelante sin integrar a las mujeres que hasta la fecha somos las grandes olvidadas de la historia. Allí están las 400 asesinadas de Ciudad Juárez para comprobarlo. Imposible olvidar a las minorías con opciones sexuales distintas. Así como el presidente Lázaro Cárdenas se ocupó de los de abajo, un presidente que se ocupara de las mujeres, transformaría al país.

Los que tienen que dar ejemplo de austeridad son los que están en el poder. Si los funcionarios mandaran a sus hijos a escuelas públicas éstas mejorarían junto con la educación que se imparte, si tomaran el Metro y el autobús, éstos serían más eficaces, más limpios y más seguros, si los poderosos se atendieran en las clínicas del IMSS y del ISSSTE la atención sería de primera. Subir los salarios mínimos, sería dignificante para todos. Si se elevara el nivel educativo de los mexicanos, nuestro país sería más democrático, más solidario, más tolerante y más culto, porque la educación incluye a todos: maestros, alumnos, padres de familia, sociedad y gobierno. Un pueblo educado tiene más elementos para condenar los actos de impunidad y de corrupción de sus gobernantes y no cae en la adulación o el servilismo. Una educación laica y gratuita crea ciudadanos críticos que no tienen miedo de expresarse.

Lo primero que salió de los escombros de una Varsovia destrozada por la Segunda Guerra Mundial fue una florería. Era conmovedor ver cómo por encima del desastre, entre dos muros caídos se erguía una insólita tiendita floreada. “Esto es lo que queremos” –parecían decir las mujeres. “Queremos pan y rosas.” “Porque aquí no pasan cosas de mayor importancia que las rosas”, escribió Carlos Pellicer. Hoy las mujeres del mundo seguimos luchando por pan y rosas. Además de pan, necesitamos belleza, cultura, arte, y en México nos resulta indispensable seguir haciendo juguetes, golosinas, palomitas de papel, piñatas para cantar: “Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”.

Perder el camino es perder nuestra oportunidad de un cambio verdadero. México tiene todo para construir su identidad sobre la cultura; es decir, el disfrute de su patrimonio y el fomento de su creatividad. México, Estado cultural; México, nación de cultura; México, sociedad de conocimiento; México (como lo fue Grecia), patrimonio cultural de la humanidad. Fascinante y conmovedora ha sido nuestra resistencia. En los años que vienen, la cultura podría salvarnos al convertirse en el objetivo de todas las clases sociales, una cultura que hiciera renacer la confianza en nosotros mismos. La filosofía náhuatl nos dijo que éramos los cimientos del cielo y los antiguos mexicanos nos llamaron el Pueblo del Sol. Bajo ese sol y ese cielo se levanta nuestra esperanza.

*Discurso que leyó la escritora en la Asamblea Nacional del Movimiento por la Transformación de México a la que convocó ayer Andrés Manuel López Obrador en el Zócalo capitalino

Fuente: La Jornada, 26 de julio de 2010

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24/07/2010

¿Qué está pasando?

Estados Unidos busca atacarnos por conducto de Colombia, expresa Hugo Chávez
http://www.jornada.unam.mx/2010/07/24/index.php?section=mundo&article=020n1mun

Adolfo Pérez Esquivel: “Las bases estadounidenses en Colombia son una provocación para Venezuela”
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=110267