Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos

Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos
Ricardo Carpani, 1991, acrílico sobre papel

30/09/2010

Dilma Roussef o José Serra ¿Qué Brasil para Latinoamérica?

“Serra sería un retroceso para Brasil y el continente”


Entrevista con Itelvina Masioli,
dirigente nacional del Movimiento de TRABAJADORES RURALES SIN TIERRA de Brasil

El mayor movimiento rural de Brasil rechaza al candidato de derecha, pero también remarca la deuda que deja el gobierno de Lula. Críticas al modelo sojero y los medios de comunicación. Un apoyo condicionado para Dilma Rousseff.

Por Darío Aranda

El Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil es una organización referente en las luchas continentales. Integrado por 350 mil familias –casi dos millones de personas–, cuenta con 27 años de experiencia en asentar familias en campos recuperados, fundar escuelas, producir alimentos sanos y movilizarse por uno de sus objetivos centrales: la reforma agraria. Ubica entre sus enemigos principales a las empresas transnacionales de los agronegocios y los grandes propietarios, “el latifundio”, ese uno por ciento de la población que posee el 46 por ciento de la tierra productiva de Brasil. Durante la mayor parte de su historia el MST tuvo como aliado incondicional al entonces trabajador y delegado sindical Luiz Inácio Lula da Silva, coincidían en luchas y movilizaciones. Cuando fue electo presidente, en 2002, los Sin Tierra festejaron, pues visualizaban mayores posibilidades de concretar sus demandas históricas. A ocho años de aquel momento, y a días de una nueva elección, Itelvina Masioli, dirigente nacional del MST, alertó sobre el avance del monocultivo de soja, apuntó contra el “latifundio mediático”, marcó las deudas de la gestión Lula y afirmó que un triunfo de José Serra (Partido Socialdemócrata) sería un retroceso para Brasil y el continente.

–¿Cuál es el balance que hace el MST sobre los ocho años del actual gobierno?

–La victoria de Lula tuvo todo un significado político muy grande y fue el resultado de una estrategia de años de la izquierda en Brasil. Fue una construcción histórica, fue una victoria del pueblo, un presidente de un partido declaradamente nacido del seno de la clase obrera brasileña, con trayectoria de compromiso con causas sociales y populares, un obrero nordestino, fue un mensaje fuerte. El MST siempre mantuvo autonomía, aunque no negamos que apoyamos a Lula y reconocemos que para el pueblo fue mejor un gobierno de Lula que uno de la derecha, pero es claro que en estos ocho años no hemos avanzado ni en reforma agraria ni en distribución de tierras. Por eso seguimos haciendo nuestro proceso de crítica, movilización y lucha permanente.

–¿La gran deuda del gobierno es no haber al menos comenzado a modificar el modelo de agronegocios?

–Es terrible, pero infelizmente hay que decirlo, no se puede negar que durante la presidencia Lula ha avanzado el modelo de agronegocios, incluso con financiamiento público. Nuestro deseo sería hacer otro tipo de balance, pero no sería la realidad. Por eso siempre fuimos críticos, por eso el movimiento en estos ocho años no dejó de movilizar, de seguir ocupando tierras y denunciando que este modelo de agronegocios es muy dañino. En los últimos años aumentó la concentración de tierras. Según datos oficiales el 46 por ciento de la tierra está en manos del uno por ciento de los productores. Sin embargo es la agricultura campesina la que produce el 70 por ciento de los alimentos. El agronegocio no genera alimentos para la población, no genera trabajo, degrada suelos, produce enfermedad, no cumple función social y destruye la naturaleza.

–¿Por qué no se avanzó en el modelo campesino?

–Porque el Estado brasileño, en sus distintos niveles, tiene en su composición a un sector de los agronegocios, ruralistas, que tiene fuerza. El gobierno tiene gran responsabilidad en eso, sobre todo por no haber tenido mayor osadía de enfrentar los poderes constituidos.

–¿Cuáles fueron las acciones positivas?

–Se implementó una política muy importante de compra directa de la producción campesina, algo muy positivo que permite el fortalecimiento de organizaciones y de las familias rurales. Otra acción importante es el programa de Luz para todos, energía eléctrica para el campo, las comunidades, escuelas campesinas, y que permite desarrollar pequeñas agroindustrias. Otros aspecto importante es que los movimientos presionaron y discutieron un programa de viviendas para el campo. Son todas conquistas del movimiento campesino de Brasil, no fueron iniciativas regaladas, sino conquistas de nuestro proceso de acumulación, movilización y presión.

–Un discurso recurrente es que el sector campesino no puede producir lo suficiente para la población.

–En Brasil se gastan millones de reales en marketing, propaganda, para decir que el agronegocio es productivo, que genera riqueza. Es un bombardeo masivo de propaganda. Pero cuando se estudian las estadísticas reales, los censos, se demuestra que la agricultura campesina produce el 70 por ciento de alimentos, no son las empresas de los agronegocios las que producen alimentos. Paralelamente no aparece esa realidad en los medios, sólo aparece el gran modelo de agronegocios, lo muestran como exitoso, sin dar cuenta de sus consecuencias sociales, ambientales, sanitarias, geopolíticas, con alta concentración de riqueza en manos de transnacionales.

–¿Por esa manipulación mediática es que el MST plantea que la lucha es también comunicacional?

–La lucha comunicacional es estratégica en la lucha social, es una batalla de ideas y de modelos antagónicos donde un modelo, de agronegocios, cuenta con toda la prensa, y el sector campesino es sistemáticamente invisibilizado. Así como luchamos contra el latifundio del campo, también luchamos contra el latifundio de la comunicación que hay en Brasil, que no es diferente del que se da en los países, que niega y criminaliza las luchas del pueblo, medios masivos de comunicación que están al servicio de las empresas transnacionales del agro, que hacen negocios con el hambre del pueblo.

–Hay una experiencia en la Argentina y en la región de organizaciones en lucha que son sumadas a los gobiernos progresistas, donde también se suele interpretar como cooptación. ¿Cuál es la situación en Brasil?

–Es parte de la historia de Brasil la cooptación de organizaciones del campo popular, no es una exclusividad de Lula, donde también está presente esa estrategia. Muchas organizaciones se han debilitado, muchos cuadros de las organizaciones fueron a desempeñar áreas de gobierno. Quizá esas tareas pueden tener su importancia, pero se enflaquece la organización social y eso no es sano. Es importante mantener la autonomía, y desde allí fortalecer a gobiernos que tienen un compromiso progresista, que tienen más posibilidades de avanzar con políticas que salden la agenda social pendiente. Para que se produzcan esos cambios debe haber un movimiento social organizado, con capacidad de presión. Como MST tenemos autonomía para hacer una lectura crítica, para decir que este gobierno dejó pasar la oportunidad histórica de saldar una deuda social de más de 500 años para el pueblo brasileño.

–¿Cuál es la relación del MST con el gobierno?

–El Movimiento va haciendo una lectura permanente y manteniendo siempre su autonomía de los partidos políticos y del gobierno. Mantenemos un posicionamiento crítico, valoramos las cuestiones que son buenas para el pueblo y denunciamos y criticamos lo que es malo. Cualquiera sea el gobierno, nuestro rol es movilizar y presionar para que el gobierno mejore las condiciones de vida del pueblo: tierra, comida, educación. El MST marca esa agenda para que los gobiernos cumplan con esos derechos del pueblo.

–¿El MST apoya explícitamente a Dilma Rousseff?

–Nuestro rol no es hacer campaña por candidatos, sino organizar y movilizar a los pobres del campo para tener tierra, justicia, dignidad. Lo que hicimos fue, junto a organizaciones campesinas y populares, realizar un plataforma de políticas rurales que entregamos a los candidatos. Es una plataforma donde planteamos las problemáticas y reivindicaciones históricas. A partir de allí, orientamos a nuestra base social a votar a los candidatos que tienen un compromiso histórico con las luchas populares y sociales.

–Eso ya elimina a varios candidatos.

–Exacto. Hay candidatos que tiene compromiso con causas sociales. No es nuestro papel decir a quién votar, pero también somos muy conscientes de que un gobierno de (José) Serra será un retroceso político, es la derecha, es asumir que el país y el continente retroceden. Un triunfo de Serra significa criminalización, represión, nada positivo para el pueblo. Las organizaciones sociales y el campo popular no pueden permitir un triunfo de Serra.

–Suponiendo que Dilma Rousseff sea electa, ¿qué agenda propondrá el MST?

–La agenda ya está presentada. Es una agenda histórica del movimiento campesino de Brasil y Dilma la conoce muy bien, comenzando con la reforma agraria. Dialogaremos con Dilma, nos conocemos bien, pero seguiremos exigiendo cumplir con la deuda pendiente y siempre seguiremos con nuestro proceso de movilizaciones. Dilma conoce las banderas históricas de la clase trabajadora, sabe de la necesidad de la reforma agraria y de una política agropecuaria que privilegie la producción de alimentos y no forrajes para exportación. Dilma sabe quiénes somos y qué queremos los campesinos.

Fuente: Página 12, 29.09.10
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12/09/2010

Sebreli en el espejo

Sebreli, liberal de izquierda


Por Roberto Páez González


11.09.10

En su Entrevista con Juan José Sebreli, publicada por La Nación del domingo pasado* Ricardo Carpena nos esgunfia con este título textual: “Hay un desliz hacia el totalitarismo en la modificación de la historia”. ¡Oiga! ¿desliz? ¿que cuando cambia se desliza o que al cambiar teclea, se pasa de la raya, incurre en riesgo?

Avezado “liberal de izquierda”, Sebreli, como dice Carpena “critica el uso pragmático y populista que el Gobierno hace de las banderas del progresismo, y cuestiona la falsificación del pasado en que incurrió la Presidenta al hablar de la década del 70”.

Tengo el corazoncito cerca del peronismo. Por eso me gustó el título de una película de Leonardo Favio (Sinfonía de un sentimiento, ¿recuerdan?). Desde luego, el corazoncito nunca fue neoperonista y aquel peronismo de la Década, como el peronismo de la Resistencia ya están arraigados en el arcervo referencial de los argentinos. Pero la entrevista no podrá causarme problemas coronarios, como Carpena previene en su introducción.

Todo eso de que Argentina no es un país apto para cardíacos, como el peronismo tampoco, es pura gansada. Gansadas que tampoco asustan por sus ribetes contra el kirchnerismo. Hay en ello mucho del viejo y duro antiperonismo, incluso de antiperonismos que se ignoran.

Como el propio Sebreli se encargó de contar en diversas entrevistas y en su autobiografía, él conoció a mucha gente, mucho argentino y especialmente de Buenos Aires, como para sentirse auténticamente sorprendido con sus descubrimientos de ahora. Pero de sus intervenciones en Sur y Contorno o los cuestionamientos de Eva Perón ¿aventurera o militante? a las entrevistas cancheras que da, por ejemplo, a La Nación, descolla el tupé de una decadencia ya rancia.

Se conoce que Kirchner no le gusta nada y no llama la atención que –aún siendo homosexual declarado, como recuerda Carpena- no valore el impulso dado desde la Casa Rosada a la ley de matrimonio igualitario: “Los gays les deben importar poco y nada. El tema es conquistar un sector del electorado, de clase media más o menos progresista, que les resultó adverso en las elecciones. Algo parecido a lo que hizo Perón en 1954, que de golpe sacó una serie de medidas muy progresistas, como el divorcio o el reconocimiento a los hijos naturales, nada más que para molestar a la Iglesia. Y ahora también es un poco para eso. Es típica manipulación política.”Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen. No le faltan dioptrías y seso para aforar los adalides de la contra con mansedumbre gorila por Macri y homenaje a Carrió por una coherencia que, por mi parte, veo como el mucílago de la Pico Fatal.

Por cierto, Carpena lo sabe y lo dice: a Sebreli no lo quieren tanto como al Che, a Carlitos o a Diego. Tiene que conformarse, quevachaché. Pero supura rivalidad mimética y con sus armas de plumífero ¡otra que si la envidia fuera tiña!

Mas como dice Carpena, Sebreli –entre otros récords- es “un intelectual que pasó del existencialismo sartreano al lopezmurphismo, pasando por el marxismo y el peronismo de izquierda, hasta recalar en su actual definición ideológica: socialista liberal”. No hay de que quejarse: en el vídeo que acompaña la nota también ejerce un trotskismo de cuarta para endilgarle a CFK que es una estalinista por su relato del siglo XX argentino, especialmente de los setenta.

El misántropo está de juerga para hacerle el caldo gordo a La Nación de Mitre y el Clarín de Ernestina y Magnetto. Puede que la chispa maree la perdiz, pero para nosotros, no.

Después de autoritario, tacha al “régimen kirchnerista” de totalitario a partir de la presentación del informe sobre Papel Prensa. Resulta que los montoneros … Pero hay un hombre muerto en accidente enigmático y un traspaso de propiedad a precios ganga de la liquidación de saldos del año 76. Lesa humanidad. Y sobre todo –hoy- hay un monopolio del que participa el diario cuyo reportero lo entrevista (para sacarle brillo). Acabáramos, ¿o no es nada todo eso?

Aduce una falsificación de la historia a la manera estalinista; y Sebreli explica que el problema eran los montoneros, no la dictadura militar. Es el colmo porque Perón “que evidentemente falseaba mucho, no se metió con la historia, podía falsificar hechos del presente, pero el pasado no le interesaba. A esta gente, sí.”. Por qué, pregunta el periodista, y Sebreli destaca que es para quedarse con Papel Prensa.

La producción y distribución de papel para diario es una actividad sensible para la libertad de expresión y está más clarito que el agua que la posición dominante de Clarín y La Nación condicionan y vulneran la libertad de prensa en Argentina. El monopolio debe ahora acogerse a la nueva normativa de medios y en cuanto a la producción de papel diario la Presidenta ha tenido razón de enviar al Congreso un proyecto de ley para declararla de interés público. ¿O no es de interés público?

En cuanto a los temas historiográficos, en efecto: Perón no se metió con la Historia Oficial, de cuño mitrista, claro está. Pero la historia real no siguió en vano y la labor de diversos enfoques retrospectivos sirvió para desmontar la mentira del dogma oficial: Scalabrini Ortiz, John William Cooke, José María Rosa, Hernández Arregui, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche, Norberto Galasso y otros nombres ya muy conocidos -más una plétora de activistas que enarbolaron y debatieron esas interpretaciones fundadas en hechos y en conceptos de liberación nacional- legaron una visión distinta del siglo XX y de la historia de nuestro país, Latinoamérica y el mundo.

Sebreli tiene algo de pendejo de ochenta años, con el tesón inveterado de dárselas de alguien contra viento y marea, pero también de plumífero funcional por más que se abanique en la esquina de la provocación, compadrito con su egolatría, mirando la paja en el ojo ajeno bajo el gorro frigio que lleva de farolito.

Perón ganó las elecciones contra todos los diarios. Vale. Eso no supone que Kirchner para ganar los tenga que tener a sus pies. ¿Pero a quién le cabe duda que los diarios esos –la corporación- macanean todo el tiempo, influyendo dentro y fuera del país sobre la imagen que se tiene del mismo? Que Sebreli lo niegue es que al compadrito Sebreli se le vuela el lengue y le tapa los ojos o simplemente miente, miente también. Los medios no expresan la realidad, como él afirma: intervienen, y lo hacen aviesamente llevando agua para determinados molinos de la oposición, como se vio con la reciente foto de Magnetto con los dirigentes de la misma.

Para rebatir a Kirchner (quien dijo: “Los progresistas somos nosotros”) Sebreli le encasqueta el marbete de “populista”. Con esa palabra deshonrada agita un verdadero flatus vocis, erige el espantajo que cohesiona a la clase media amaestrada por los diarios. Apela al pensamiento mágico tilingo, agregando: “los populistas no son de izquierda ni de derecha, son de izquierda o de derecha de acuerdo con las circunstancias”. Es el remanido recurso de convocar categorías políticas a la europea (bastante maltraídas en la propia Europa) al conjuro de universales ultimatos democráticos, endilgándole al rival las perversiones satánicas que bordean lo peor de lo peor.

¿Tiene o no tiene derecho Kirchner, como otro político también, a tratar de “conquistar a un sector del electorado, la clase media más o menos progresista”? Es una pregunta implícita que le molesta. Pero el periodista lo ayuda en la faena funcional:

“-¿No le parece sincera la postura del kirchnerismo?”

“-No creo que les interese en lo más mínimo. Es algo parecido a lo que hizo Perón en 1954…”Para Sebreli los Kirchner “tienen una gran habilidad política”, lo que no dice como elogio, sino atribuyéndole un rasgo de malignidad. De la oposición piensa que en el Congreso está frenando a los Kirchner, pero que a mediano plazo es pesimista porque no le ve capacidad para las importantes reformas necesarias. Cuando el periodista pregunta cuáles, Sebreli menciona dos temas: la libertad sindical y “terminar con el subsidio al ‘capitalismo de amigos’, ineficiente, sin capacidad exportadora alguna y que ha vivido siempre de la asistencia del Estado.”¿Cómo puede ser que Sebreli ponga el tema de la libertad sindical como prioridad? Es paradójico, pero Sebreli no lo aclara en absoluto, aunque considera que las causas son bien anteriores a Kirchner y atribuye un fracaso a Raúl Alfonsín en el intento de hacer esa reforma sindical.

Sorprende ya no conque no somos un país normal, sino con que si lo fuéramos “muchos de los políticos de la oposición podrían gobernar perfectamente. Es gente honesta, seguramente con ellos no habría el grado espectacular de corrupción que hay con el kirchnerismo, tampoco el autoritarismo”. Y tras la hipótesis contrafactual: “Pero este no es un país normal. Con eso solo no bastaría. Vamos a seguir con el mismo modelo económico del kirchnerismo y de esa forma, aun sin corrupción ni autoritarismo, no saldremos de la decadencia.”

Repasa a su manera –desenfadadamente- los años posteriores a la dictadura militar. Nadie sale bien parado; ni siquiera Solanas que sería un kirchnerista de los del principio, que no cambió nada mientras que Kirchner cambió. Pero critica a toda la clase política porque: “si fuera inteligente, lúcida y avanzada no sería como la nuestra, que lee y vive de las encuestas y hace lo que opina la gente.”El único que le gusta es Mauricio Macri: “Tiene la ventaja de ser algo novedoso y de no ser peronista. Pero no va a poder ser candidato sin la apoyatura del peronismo anti-K. Entonces vamos a estar en lo mismo.”Sebreli consigue reírse diciendo que se identificaría plenamente con Juan B. Justo (ya muerto, desde luego). El periodista le dice “Muchos lo consideran un ‘gorila de izquierda’. ¿Es así?” y Sebreli dice que la palabra gorila debería ser descartada. Y por qué populismo debería ser conservada, preguntamos nosotros (también riéndonos).

Sebreli quiere definirse en línea con Norberto Bobbio, “que se decía socialista liberal”, pero no socialista a secas, por temor a ser confundido con seguidores de regímenes dictatoriales como el castrismo y el chavismo; y tampoco “liberal a secas porque el liberalismo argentino en el siglo XX ha cometido graves errores, como el apoyo, por ejemplo, a las dictaduras militares.”Además, no puede estar “con una izquierda que, en general, ha desdeñado las libertades individuales y tampoco con una derecha que desdeña totalmente el papel del Estado”.

Total que Sebreli se encuentra intelectual y políticamente acorralado por la situación política. También se encuentra atrapado sin salida en el contexto de la historia argentina (ya sea la oficial o la revisada). El periodista dice que se define y que es implacable, pero lo es al bardo, pensamos por nuestra parte. En realidad, es enemigo declarado del peronismo, como dice Carpena, pero sobre todo del de la Sinfonía del sentimiento. Le gusta sentirse crítico, como un intelectual deber ser, como asegura, pero es un crítico a la violeta. El entrevistador dice que le parece un poco arbitrario pero que le da la sensación de ser un hombre libre. Pobre Sebreli, ¡qué va a ser libre! Y cuando dice “No es que sea coqueto. Es que soy feo”, lo que pasa no es que sea feo, sino que es coqueto, ¿pero a quién le quiere gustar, social y políticamente hablando? Se sigue mirando en el espejito de la cultura semicolonial que tuvo Argentina; se sigue preguntando quién es el más bello del reino; pero aunque no perdone nada a nadie, sabe que no pasa más el tren que estuvo esperando.


* LA NACION – Domingo 05.09.2010
 
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07/09/2010

Derechos Humanos y el tema de Papel Prensa

Correr los límites de lo posible

Por Demetrio Iramain*


A cada paso de la actual política oficial en materia de Derechos Humanos, sale a la luz no sólo la complicidad y el interés común entre poderosos actores económicos y genocidas militares, sino también el cinismo con que ese progresismo para atrás justificó durante todos estos años sus tibiezas y traiciones.

La trama Papel Prensa, además de poner en su lugar a Clarín y La Nación, corre los límites que cierto progresismo bienpensante se había autoimpuesto durante todos estos años, y a partir del cual sus estrategas y escribas pontificaron qué se podía hacer y hasta dónde, descalificando como “sectarios”, “ultras” y todo lo demás a quienes excedían las fronteras de lo “políticamente correcto”. Ejemplo: las Madres de Plaza de Mayo.

A cada paso de la actual política oficial en materia de Derechos Humanos, sale a la luz, no sólo la complicidad y el interés común entre poderosos actores económicos y genocidas militares, sino también el cinismo con que ese progresismo para atrás justificó durante todos estos años sus tibiezas y traiciones, y que las Madres enfrentaron no pocas veces en total soledad. Un relato que, de modo permanente, juzgó de “fanáticos” e “irreflexivos” a quienes no se ciñeron a los estrechos márgenes de lo posible.

Los héroes de cotillón que el progresismo de la democracia tutelada –en “libertad ambulatoria”, según palabras de la presidenta– entronizó, se caen al piso ahora, y de la porcelana rota en mil pedazos no sacamos ni para ladrillo. Entre ellos, la del ex fiscal Julio César Strassera, aquel que quería pasar a la Historia con esa frase que utilizó para cerrar su alegato en el Juicio a las Juntas: “Señores jueces: nunca más.” Junto con el ex fiscal, es el propio juicio a los jerarcas dictatoriales el que comienza a ser puesto en cuestión.

Aquel juicio –desde sus implicancias hasta sus justificaciones– estructuró durante todos los años siguientes la trama argumental de todo ese espectro del pensamiento teñido de progre y bien visto, que tan desbordado se ve ahora por la sucesión de medidas oficiales. Lo cierto es que contemplaba sólo a los miembros de las tres primeras juntas militares genocidas –las de los generales Videla, Viola y Galtieri–, pero no a la de Bignone, con quien la Multipartidaria –que el radicalismo integraba con posición dominante–, pactó la entrega del poder y las condiciones en que esta se produciría, y que el alfonsinismo triunfador en las elecciones de 1983 cumplió hasta el paroxismo.

Entre aquellos sombríos pactos radicales-militares, indudablemente estuvo el de evitar por todos los medios el juzgamiento en tribunales civiles sólo de quienes “se excedieron en la represión”; pero si ello resultara inevitable (y debido a la presión popular de entonces, lo fue), que fueran los propios jueces y fiscales que actuaron durante la dictadura quienes los llevaran adelante. De ahí la confirmación en sus cargos que el gobierno elegido en octubre de 1983 hizo del 90% de los jueces y fiscales –entre ellos Strassera–, que también lo fueron en la oscura etapa de los hábeas corpus rechazados y la suspensión de la Constitución por los estatutos del Proceso de Reorganización Nacional, como pomposamente se llamaba a sí misma la dictadura.

Quizás ahora se den las circunstancias para que todos podamos entender el por qué de las Madres en su rechazo a la CONADEP, a su “Comisión de notables”, a la “verdad” radical de confeccionar una lista de muertos, pero no de asesinos. Es muy sintomático que se cuestione ahora al gobierno por investigar recién promediando su segundo mandato consecutivo lo sucedido en Papel Prensa, y nadie se pregunte por qué no fue la CONADEP la que lo investigara, y sólo circunscribiera su labor al relato macabro del horror, pero no a la matriz económica del genocidio.

Quizás ahora sí entenderemos la conmovedora decisión de las Madres de negarse a exhumar los cadáveres de sus hijos, de darlos por muertos, hecho traumático que el sistema judicial demandaba como condición indispensable para probar la muerte clandestina, aunque tipificándola como una sumatoria insignificante (en cuanto al número) de delitos comunes –privaciones ilegítimas de la libertad seguidas de tormentos y homicidios–, y no como un “genocidio”, figura jurídica que hubiera correspondido aplicar en aquel juicio de 1985, y que recién fue observada en el histórico fallo del Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata, presidido por el juez Rozanski, más de 20 años más tarde, en septiembre de 2006.

Quizás ahora sí cobre relevancia y vitalidad aquel saludable planteo ético y profundamente político de las Madres de Plaza de Mayo, expresado en su negativa a cobrar las reparaciones económicas que el Estado pagaba a los deudos de los desaparecidos. Es precisamente ese argumento –que los Graiver fueron indemnizados en su oportunidad por el Estado por sus activos quitados forzosamente–, el que sobrevuela sobre la subjetividad popular trabajada por los medios monopólicos, a través de la cual se pretende quitar legitimidad a quienes testimonian lo que ocurrió en la empresa productora de papel de diario. En un drama humano y político tan grave como el de Papel Prensa, con su consecuencia social y cultural inmediata, como lo es la libertad de expresión severamente amenazada por el manejo monopólico del principal insumo para hacer diarios, todo se tiñe de otra cosa si se cuela el dinero, suciedad capitalista con la que nadie podrá asociar nunca jamás a las Madres de Plaza de Mayo.

Quizás ahora, al enterarnos de la sugestiva gestión que Magdalena Ruiz Guiñazú hizo muy recientemente ante Lidia Papaleo, a pedido del diario La Nación, podamos entender por qué esta periodista tan prestigiada y mimada por la corporación mediática, estrella descollante de la CONADEP, amenaza recurrentemente a Hebe de Bonafini con iniciarle una querella por injurias, toda vez que la presidenta de las Madres recuerda su pasado como cronista útil a la dictadura militar.

Por lo demás, resulta extraño que sean justamente Strassera y ahora Federico Storani quienes traten de impugnar moralmente al matrimonio presidencial por su –según ellos– desconocido compromiso con los Derechos Humanos antes de su asunción como presidentes de la Nación. Justo ellos, que integraron el Poder Judicial durante la dictadura, y rechazaron habeas corpus –el ex fiscal–, y levantaron obedientes la mano para votar las leyes de Punto Final y Obediencia Debida –el otro–, sin contar las muertes que el radical tiene en su haber, cuando apenas asumido el cargo de ministro del Interior del por entonces flamante presidente De la Rúa, ordenó desalojar el Puente Chaco-Corrientes por la Gendarmería, y cayeron asesinados cinco desocupados. Esa mueca de autoridad tan típica en la UCR.

Si ese argumento miserable y rastrero que utilizan Strassera y Storani fuera atendible, a la vez que beneficia a los represores militares, también daría razón a la escandalosa justificación a la que echó mano Menem para indultar a los pocos genocidas que el alfonsinismo dejó en cárceles de lujo, atendidos por sus propios camaradas, al terminar abruptamente su mandato. Como él había estado en prisión durante la dictadura –se amparaba Menem–, tenía legitimidad de origen y catadura ética para “perdonar” a los asesinos y “pacificar” la Nación a través de su insoportable gestualidad prodictatorial.

Lo cierto es que Cristina Fernández y antes su marido, Néstor Kirchner, hicieron exactamente a la inversa de lo que aconsejan la real politik y el posmodernismo neoliberal, manuales desde los cuales analizan el escenario político tantos que los critican, precisamente por las políticas más defendibles del kirchnerismo. Obraron con firmeza ante poderosos enemigos, no durante los años en que ocupaban cargos de menor importancia institucional, sino al arribar a la investidura más significativa de la democracia argentina.

No se sentaron a negociar su retirada con los poderes invisibles, fácticos, del poder real tras el traspié electoral del 28 de junio; fue precisamente allí cuando profundizaron su visión inclusiva de país. Fueron al revés de todo lo conocido y aconsejable por ese inútil prospecto del posibilismo que siguieron al pie de la letra sus actuales adversos por izquierda. No fueron idealistas y socializantes cuando jóvenes, y tecnócratas y talibanes del mercado al momento de asumir –grandes y maduros de edad– la más alta función del Estado.

Bienvenidos, entonces, los Kirchner a la historia grande de los patriotas argentinos. Como las Madres. Como Julio Cortázar. Como Rodolfo Walsh. Como tantos y tantas que, más tarde o más temprano, comprendieron con humildad y honradez que el compromiso es uno solo: con el pueblo, o contra él.



*Director de la revista Sueños Compartidos, Fundación Madres de Plaza de Mayo.

Fuente: Tiempo Argentino, 7.9.10



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