Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos

Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos
Ricardo Carpani, 1991, acrílico sobre papel

12/09/2010

Sebreli en el espejo

Sebreli, liberal de izquierda


Por Roberto Páez González


11.09.10

En su Entrevista con Juan José Sebreli, publicada por La Nación del domingo pasado* Ricardo Carpena nos esgunfia con este título textual: “Hay un desliz hacia el totalitarismo en la modificación de la historia”. ¡Oiga! ¿desliz? ¿que cuando cambia se desliza o que al cambiar teclea, se pasa de la raya, incurre en riesgo?

Avezado “liberal de izquierda”, Sebreli, como dice Carpena “critica el uso pragmático y populista que el Gobierno hace de las banderas del progresismo, y cuestiona la falsificación del pasado en que incurrió la Presidenta al hablar de la década del 70”.

Tengo el corazoncito cerca del peronismo. Por eso me gustó el título de una película de Leonardo Favio (Sinfonía de un sentimiento, ¿recuerdan?). Desde luego, el corazoncito nunca fue neoperonista y aquel peronismo de la Década, como el peronismo de la Resistencia ya están arraigados en el arcervo referencial de los argentinos. Pero la entrevista no podrá causarme problemas coronarios, como Carpena previene en su introducción.

Todo eso de que Argentina no es un país apto para cardíacos, como el peronismo tampoco, es pura gansada. Gansadas que tampoco asustan por sus ribetes contra el kirchnerismo. Hay en ello mucho del viejo y duro antiperonismo, incluso de antiperonismos que se ignoran.

Como el propio Sebreli se encargó de contar en diversas entrevistas y en su autobiografía, él conoció a mucha gente, mucho argentino y especialmente de Buenos Aires, como para sentirse auténticamente sorprendido con sus descubrimientos de ahora. Pero de sus intervenciones en Sur y Contorno o los cuestionamientos de Eva Perón ¿aventurera o militante? a las entrevistas cancheras que da, por ejemplo, a La Nación, descolla el tupé de una decadencia ya rancia.

Se conoce que Kirchner no le gusta nada y no llama la atención que –aún siendo homosexual declarado, como recuerda Carpena- no valore el impulso dado desde la Casa Rosada a la ley de matrimonio igualitario: “Los gays les deben importar poco y nada. El tema es conquistar un sector del electorado, de clase media más o menos progresista, que les resultó adverso en las elecciones. Algo parecido a lo que hizo Perón en 1954, que de golpe sacó una serie de medidas muy progresistas, como el divorcio o el reconocimiento a los hijos naturales, nada más que para molestar a la Iglesia. Y ahora también es un poco para eso. Es típica manipulación política.”Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen. No le faltan dioptrías y seso para aforar los adalides de la contra con mansedumbre gorila por Macri y homenaje a Carrió por una coherencia que, por mi parte, veo como el mucílago de la Pico Fatal.

Por cierto, Carpena lo sabe y lo dice: a Sebreli no lo quieren tanto como al Che, a Carlitos o a Diego. Tiene que conformarse, quevachaché. Pero supura rivalidad mimética y con sus armas de plumífero ¡otra que si la envidia fuera tiña!

Mas como dice Carpena, Sebreli –entre otros récords- es “un intelectual que pasó del existencialismo sartreano al lopezmurphismo, pasando por el marxismo y el peronismo de izquierda, hasta recalar en su actual definición ideológica: socialista liberal”. No hay de que quejarse: en el vídeo que acompaña la nota también ejerce un trotskismo de cuarta para endilgarle a CFK que es una estalinista por su relato del siglo XX argentino, especialmente de los setenta.

El misántropo está de juerga para hacerle el caldo gordo a La Nación de Mitre y el Clarín de Ernestina y Magnetto. Puede que la chispa maree la perdiz, pero para nosotros, no.

Después de autoritario, tacha al “régimen kirchnerista” de totalitario a partir de la presentación del informe sobre Papel Prensa. Resulta que los montoneros … Pero hay un hombre muerto en accidente enigmático y un traspaso de propiedad a precios ganga de la liquidación de saldos del año 76. Lesa humanidad. Y sobre todo –hoy- hay un monopolio del que participa el diario cuyo reportero lo entrevista (para sacarle brillo). Acabáramos, ¿o no es nada todo eso?

Aduce una falsificación de la historia a la manera estalinista; y Sebreli explica que el problema eran los montoneros, no la dictadura militar. Es el colmo porque Perón “que evidentemente falseaba mucho, no se metió con la historia, podía falsificar hechos del presente, pero el pasado no le interesaba. A esta gente, sí.”. Por qué, pregunta el periodista, y Sebreli destaca que es para quedarse con Papel Prensa.

La producción y distribución de papel para diario es una actividad sensible para la libertad de expresión y está más clarito que el agua que la posición dominante de Clarín y La Nación condicionan y vulneran la libertad de prensa en Argentina. El monopolio debe ahora acogerse a la nueva normativa de medios y en cuanto a la producción de papel diario la Presidenta ha tenido razón de enviar al Congreso un proyecto de ley para declararla de interés público. ¿O no es de interés público?

En cuanto a los temas historiográficos, en efecto: Perón no se metió con la Historia Oficial, de cuño mitrista, claro está. Pero la historia real no siguió en vano y la labor de diversos enfoques retrospectivos sirvió para desmontar la mentira del dogma oficial: Scalabrini Ortiz, John William Cooke, José María Rosa, Hernández Arregui, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche, Norberto Galasso y otros nombres ya muy conocidos -más una plétora de activistas que enarbolaron y debatieron esas interpretaciones fundadas en hechos y en conceptos de liberación nacional- legaron una visión distinta del siglo XX y de la historia de nuestro país, Latinoamérica y el mundo.

Sebreli tiene algo de pendejo de ochenta años, con el tesón inveterado de dárselas de alguien contra viento y marea, pero también de plumífero funcional por más que se abanique en la esquina de la provocación, compadrito con su egolatría, mirando la paja en el ojo ajeno bajo el gorro frigio que lleva de farolito.

Perón ganó las elecciones contra todos los diarios. Vale. Eso no supone que Kirchner para ganar los tenga que tener a sus pies. ¿Pero a quién le cabe duda que los diarios esos –la corporación- macanean todo el tiempo, influyendo dentro y fuera del país sobre la imagen que se tiene del mismo? Que Sebreli lo niegue es que al compadrito Sebreli se le vuela el lengue y le tapa los ojos o simplemente miente, miente también. Los medios no expresan la realidad, como él afirma: intervienen, y lo hacen aviesamente llevando agua para determinados molinos de la oposición, como se vio con la reciente foto de Magnetto con los dirigentes de la misma.

Para rebatir a Kirchner (quien dijo: “Los progresistas somos nosotros”) Sebreli le encasqueta el marbete de “populista”. Con esa palabra deshonrada agita un verdadero flatus vocis, erige el espantajo que cohesiona a la clase media amaestrada por los diarios. Apela al pensamiento mágico tilingo, agregando: “los populistas no son de izquierda ni de derecha, son de izquierda o de derecha de acuerdo con las circunstancias”. Es el remanido recurso de convocar categorías políticas a la europea (bastante maltraídas en la propia Europa) al conjuro de universales ultimatos democráticos, endilgándole al rival las perversiones satánicas que bordean lo peor de lo peor.

¿Tiene o no tiene derecho Kirchner, como otro político también, a tratar de “conquistar a un sector del electorado, la clase media más o menos progresista”? Es una pregunta implícita que le molesta. Pero el periodista lo ayuda en la faena funcional:

“-¿No le parece sincera la postura del kirchnerismo?”

“-No creo que les interese en lo más mínimo. Es algo parecido a lo que hizo Perón en 1954…”Para Sebreli los Kirchner “tienen una gran habilidad política”, lo que no dice como elogio, sino atribuyéndole un rasgo de malignidad. De la oposición piensa que en el Congreso está frenando a los Kirchner, pero que a mediano plazo es pesimista porque no le ve capacidad para las importantes reformas necesarias. Cuando el periodista pregunta cuáles, Sebreli menciona dos temas: la libertad sindical y “terminar con el subsidio al ‘capitalismo de amigos’, ineficiente, sin capacidad exportadora alguna y que ha vivido siempre de la asistencia del Estado.”¿Cómo puede ser que Sebreli ponga el tema de la libertad sindical como prioridad? Es paradójico, pero Sebreli no lo aclara en absoluto, aunque considera que las causas son bien anteriores a Kirchner y atribuye un fracaso a Raúl Alfonsín en el intento de hacer esa reforma sindical.

Sorprende ya no conque no somos un país normal, sino con que si lo fuéramos “muchos de los políticos de la oposición podrían gobernar perfectamente. Es gente honesta, seguramente con ellos no habría el grado espectacular de corrupción que hay con el kirchnerismo, tampoco el autoritarismo”. Y tras la hipótesis contrafactual: “Pero este no es un país normal. Con eso solo no bastaría. Vamos a seguir con el mismo modelo económico del kirchnerismo y de esa forma, aun sin corrupción ni autoritarismo, no saldremos de la decadencia.”

Repasa a su manera –desenfadadamente- los años posteriores a la dictadura militar. Nadie sale bien parado; ni siquiera Solanas que sería un kirchnerista de los del principio, que no cambió nada mientras que Kirchner cambió. Pero critica a toda la clase política porque: “si fuera inteligente, lúcida y avanzada no sería como la nuestra, que lee y vive de las encuestas y hace lo que opina la gente.”El único que le gusta es Mauricio Macri: “Tiene la ventaja de ser algo novedoso y de no ser peronista. Pero no va a poder ser candidato sin la apoyatura del peronismo anti-K. Entonces vamos a estar en lo mismo.”Sebreli consigue reírse diciendo que se identificaría plenamente con Juan B. Justo (ya muerto, desde luego). El periodista le dice “Muchos lo consideran un ‘gorila de izquierda’. ¿Es así?” y Sebreli dice que la palabra gorila debería ser descartada. Y por qué populismo debería ser conservada, preguntamos nosotros (también riéndonos).

Sebreli quiere definirse en línea con Norberto Bobbio, “que se decía socialista liberal”, pero no socialista a secas, por temor a ser confundido con seguidores de regímenes dictatoriales como el castrismo y el chavismo; y tampoco “liberal a secas porque el liberalismo argentino en el siglo XX ha cometido graves errores, como el apoyo, por ejemplo, a las dictaduras militares.”Además, no puede estar “con una izquierda que, en general, ha desdeñado las libertades individuales y tampoco con una derecha que desdeña totalmente el papel del Estado”.

Total que Sebreli se encuentra intelectual y políticamente acorralado por la situación política. También se encuentra atrapado sin salida en el contexto de la historia argentina (ya sea la oficial o la revisada). El periodista dice que se define y que es implacable, pero lo es al bardo, pensamos por nuestra parte. En realidad, es enemigo declarado del peronismo, como dice Carpena, pero sobre todo del de la Sinfonía del sentimiento. Le gusta sentirse crítico, como un intelectual deber ser, como asegura, pero es un crítico a la violeta. El entrevistador dice que le parece un poco arbitrario pero que le da la sensación de ser un hombre libre. Pobre Sebreli, ¡qué va a ser libre! Y cuando dice “No es que sea coqueto. Es que soy feo”, lo que pasa no es que sea feo, sino que es coqueto, ¿pero a quién le quiere gustar, social y políticamente hablando? Se sigue mirando en el espejito de la cultura semicolonial que tuvo Argentina; se sigue preguntando quién es el más bello del reino; pero aunque no perdone nada a nadie, sabe que no pasa más el tren que estuvo esperando.


* LA NACION – Domingo 05.09.2010
 
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